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En Europa andamos muchos alarmados por los brotes de xenofobia que vemos reproducirse en cualquier rincón de nuestra geografía. Ataques a ciudadanos musulmanes, subsaharianos, desprecios a latinoamericanos, insultos en las escuelas a niños procedentes de otros países, con otros colores de piel o simplemente otras creencias religiosas o culturas.
En Estados Unidos Donald Trump también ha hecho alarde de un franco rechazo a los inmigrantes a los que desea devolver a sus países.
¿Qué le está pasando a Europa y EEUU, estandartes de la libertad y la tolerancia?
En mi reciente visita a Suiza me hizo pensar los numerosos comentarios en contra de una residencia de refugiados situada en una pequeña localidad próxima a Lausanne. “Hacen ruido sin respetar los horarios de descanso”, “Toman la acera como si fuera su propia casa”, “Cocinan platos muy especiados que llenan de olores extraños la calle”, “No comparten nuestras costumbres y nos hacen sentir incómodos en nuestro propio país”, eran algunos de los reproches que les hacían a los recién llegados.
En España tampoco es nuevo el rechazo que la gran mayoría siente hacia etnias o razas diferentes, los gitanos han tenido que lidiar desde siglos con la repulsa de los payos que vendían sus viviendas cuando al barrio se iban a vivir las alegres familias calós que no dudaban en hacer hogueras en las zonas comunes o hasta subir al burro al segundo piso, pues “el animalico siempre ha convivido con todo el clan familiar”.

El Mundo.es
En los últimos 10-15 años en mi país hemos aprendido a convivir no solo con gitanos, sino con los alegres latinos que adoran escuchar salsa, bachata y reggaeton a volúmenes imposibles, con los religiosos musulmanes y sus siempre discretas mujeres, la mayoría con la cabeza tapada con hiyab, rumanos, polacos, ucranianos, subsaharianos… Sin embargo, las encuestas insisten en que muy pocos españoles están dispuestos de buen grado a compartir vecindario con inmigrantes procedentes de culturas muy distintas de la suya.
“Donde fueras haz lo que vieras”
Se trata de un refrán que contiene en si mismo toda la esencia del Protocolo Social, así que no es de extrañar que se hayan escrito ríos de tinta ante, por ejemplo, las exigencias de los musulmanes de no ofrecer productos del cerdo en los comedores escolares o la obligación de que sus mujeres sean solo atendidas por doctoras del mismo sexo.
Caso aparte se merecieron las agresiones sexuales que sufrieron numerosas jóvenes alemanas en manos de ciudadanos musulmanes, totalmente confundidos con las costumbres europeas, que trasgredieron las mínimas normas de convivencia.
Si nos trasladamos a vivir a un país que nos acoge y nos permite vivir en mejores condiciones que en el nuestro propio tenemos la obligación de guardarle respeto y acatar sus costumbres, de lo contrario vamos a fomentar un rechazo que, en el peor de los casos, derivará en brutales ataques indiscriminados y una xenofobia imparable.

Lugares España
Hace un tiempo escribí un post sobre cómo cualquier ciudadano, sin importar nivel social, se erige en embajador de su país en el momento en que sale de de él, y dependiendo de cómo se comporte, ofrecerá la imagen de la totalidad de sus compatriotas.
Me preocupa mucho el auge de los partidos de extrema derecha en Europa que abanderan la expulsión de inmigrantes y la tibieza de estos países frente al problema de los refugiados. La responsabilidad no radica solo en las naciones de acogida. Hasta que inmigrantes y refugiados no tomen conciencia de que su conducta influye directamente en la aceptación o rechazo, seguiremos escuchando frases xenófobas y viendo actitudes que nos avergüenzan a muchos.
Cuidemos lo que hacemos y decimos, no olvidemos los principios del protocolo: educación y respeto al otro por encima de todo. No hagas a los demás lo le que no te gusta que te hagan a ti, parece fácil.
Nos vemos a la próxima y te invito a mejorar tu Imagen adaptando el Protocolo a tu día a día.
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Pienso que el rechazo a otras personas provenientes de otro país es solo un síntoma de falta de educación, respeto, tolerancia y sinceramente analfabetismo total. En vez de aprovechar la ocasión de poder enriquecerse culturalmente y personalmente conociendo a otras personas de otros lugares del mundo, cerramos nuestras mentes a la conexión con personas que quién sabe si el universo las ha hecho cruzarse en tu camino para que formen parte de tu vida o simplemente pasen por ellas, debemos aprender a aprender de otras personas, con indiferencia del lugar del q procedan o de su ideología política, religiosa o cultural , debemos aprender a hacer sinergia para intentar ser mejor humano ( q por cierto cada día q pasa dista mucho de esa definición , más bien parecemos animales en multitud de ocasiones ). En toda religión hay una frase q creo q has mencionado en el post, no has al prójimo lo q no te gusta q te hagan a ti, eso es fácil de entender, lo triste es lo difícil q es para muchos de aplicar en sus vidas. Mucha luz, mucha vida y a ser felices, no importa ni con quién ni como simplente hay que ser feliz sin hacer daño a los demás. Un abrazo
Totalmente de acuerdo contigo Isa. Lamentablemente no todos piensan igual y todavía son muchos los que rechazan lo que no conocen y se sienten «invadidos». De ahí la importancia de que los que llegan hagan un esfuerzo por adaptarse y respetar las costumbres del país de acogida y así evitar animadversiones que casi siempre se asientan en la ignorancia.
De acuerdo en esa parte. Pero el problema tiene más profundidad. Cuando las personas están fuera de sus lugares de origen, no porque quieran sino porque no pueden estar donde realmente desean, que es en su casa, es comprensible que quieran hacer «hogar» donde simplemente puedan. A todo el mundo le gusta tener el lugar adecuado para todo lo necesario y eso sería desde luego lo ideal. No vamos a entrar aquí a hablar de por qué la gente no puede estar tranquilamente y feliz en su tierra de origen y tenemos que sufrir todos este problema ahora. Las personas que no conocen las situaciones extremas no comprenden bien que no se les puede pedir a otras personas comportamientos más allá de sus posibilidades reales. Se habla de costumbres, ciertamente, pero una de las influencias culturales más fuertes en cualquier lugar, es la familiar. Todo el mundo se agarra e intenta fortalecer su idea de hogar como puede. Yo creo que eso es lo más fácil de comprender. Superado ese primer nivel del problema, ya podríamos avanzar mejor hacia al siguiente, donde se situa el protocolo como medio indiscutiblemente necesario para la convivencia, pero imposible de introducir antes, cuando las necesidades de las personas son tan acuciantes que descolocan por fuera todo plan de nivel superior. Para poder hacer sitio a los valores sanos y cívicos que a todos nos gustan, a quién no le van a gustar cuando los vive, no hay tanto de lo que convercer, eso es obvio, pero primero hay que ayudar mucho a superar el sitio que ocupan el resentimiento y la frustración, que son muy humanos y bastante naturales, y que son el mayor alimento del fanatismo y de la obcecación cultural, mientras se aprende a discernir bien lo justo de lo injusto de la vida. Fácil no es.
¡Bravo Gemma! Pedir normas de protocolo cuando lo que está en juego es la propia vida y la de tus hijos es un tanto frívolo, «touché» 🙁 Pero me desespera que los cómodos y seguros occidentales frunzan el ceño cuando ven las costumbres de los recién llegados y se sientan invadidos. Si todos hiciéramos un esfuerzo por respetar al «otro», la convivencia sería más fácil. De todos modos, como bien dices «el problema tiene más profundidad y fácil no es». Gracias por comentar y ahondar en el enfoque.