A estas alturas de la pandemia pocos son los que no reconocen que las mascarillas o tapabocas han venido para quedarse un largo tiempo con nosotros. Eso supone un cambio en nuestras costumbres y apreciaciones ya que el lenguaje corporal se ve directamente afectado.
En los meses más duros del contagio en España, mi hija, enfermera, fue reclutada para el hospital de campaña de IFEMA en Madrid. Me comentaba sorprendida que cuando los miembros de las distintas secciones del hospital se quitaban los equipos de protección individual (EPIS), y con ellos las mascarillas, no reconocían a los que habían estado trabajando codo con codo durante extenuantes horas. “Solo cuándo les oyes la voz sabes quienes son. Además crees que son diferentes, les pones una boca y una nariz distinta a la que tienen en realidad”, me decía.
Los complementos imprescindibles
Si me sigues hace algún tiempo sabrás que soy muy pesada en recalcar la importancia del contacto visual y la sonrisa para el lenguaje corporal. Se trata de los complementos esenciales para acercarnos a nuestro interlocutor, tender puentes, acortar distancias y despertar la simpatía del otro. Pero si nos quitan la sonrisa ¿qué podemos hacer?
Estos últimos meses ha habido iniciativas que iban desde pintar una sonrisa sobre la mascarilla o cambiar el material por plástico transparente para que se pueda ver la boca. Parece que ninguna de las dos ha tenido mucho éxito hasta el momento.
Obviamente tendremos que reforzar otros aspectos del lenguaje corporal para suplir ese complemento imprescindible, pues ya no solo no nos ven sonreír, sino hacer mohines, fruncir los labios, torcer el gesto, sacar la lengua o lanzar un beso.
Máxima atención a los ojos
Lo que no puede demostrar la boca lo van a tener que decir los ojos, de manera que prestemos mucha atención al contacto visual, quitémonos siempre las gafas de sol cuando hablemos con otra persona y, aunque no se vean nuestros labios, sonriamos, con los ojos también se sonríe.
Desde que empezó toda esta locura establecimientos y firmas de maquillaje han visto aumentar las ventas de sombras de ojos, máscara de pestañas y cuidado de cejas.
Existen auténticos tratados sobre el lenguaje de las cejas, te dejo un artículo que publicó la revista Mujer hoy sobre Cómo leer las emociones a través de las cejas
Labiales, iluminadores y bases de maquillaje han bajado exponencialmente, manchan los cubre bocas y no se ven. Además el maquillaje en contacto con la mascarilla suele irritar y/o provocar granitos.
Perdiendo los matices
Al igual que sucedió con la forma de comunicarse a través del Whatsapp donde los emoticonos llegaron para ayudarnos a matizar nuestro mensaje, ahora tendremos que hacer uso de otros elementos que eviten malos entendidos.
Las manos son otro elemento de gran valor para el lenguaje no verbal que debemos poner en acción. Está prohibido tocarnos pero no gesticular, señalar, subrayar, ofrecer afecto (deberíamos adoptar el bonito gesto del norte del Magreb de llevarse la mano al corazón para mostrar cariño).
Y por supuesto más que nunca atención a lo que decimos y cómo lo decimos. La correcta elección de las palabras, la construcción de frases claras que no den lugar a equívocos, el buen manejo de la velocidad y del volumen (las mascarillas entorpecen la correcta pronunciación y comprensión de los fonemas), la entonación, la intención,… nos ayudará a entendernos mejor.
Los psicólogos han detectado el impacto que el uso de las mascarillas puede hacer en nuestro comportamiento, te dejo un interesante artículo de Psicología y Mente
En estos tiempos extraños todos tenemos que adaptarnos, aprender a marchas forzadas, siempre con la protección necesarios para nosotros y los que nos rodean, pero tenemos que seguir avanzando en una buena comunicación. Cuenta conmigo para ello y mira en qué te puedo ayudar.
¿Te está costando adaptarte a los nuevos usos y costumbres de las relaciones con la covid19? ¿Odias la mascarilla o ya te estás acostumbrando? ¿Crees que puede ayudarnos a ser más conscientes de nuestras herramientas de comunicación? Cuéntanoslo, este blog lo haces tú conmigo.
Una abrazo virtual grande, grande y cuídate mucho.
Tienes mucha razón, Elena, y hay que sonreír con los ojos y mirar siempre a los del otro; una cosa que me da mucha pena es la gente qué pasa por tu lado con la cabeza gacha, como derrotado, sin ganas…pues no! Cabeza alta y risa en los ojos, claro que si!
Ya bastante feo pinta el panorama para contribuir a esa sensación de derrota y drama… Alegría con responsabilidad 🙂
Qué bueno leerte nuevamente Elena. Buen artículo. Saludos desde Colombia.
Hola Elena.
Cuanto me alegro que hayas podido sobre pasar el Covid-19 sin mayores consecuencias.
El artículo esta buenísimo y como siempre muy actual, los demás enlaces un complemento perfecto.
Gracias, Gracias, Gracias por la edificación de tus temas.
Un brazo.
De República Dominicana
Muy buenos días, Elena.
Fíjate que yo, persona de mirar siempre a los ojos, en esta «fase» que vivimos, estoy siendo y sintiéndome un privilegiado; me explico. Antes, como he dicho, ya miraba a los ojos (éstos dicen muchísimo, incluso sin desearlo; manejarlos es muy difícil, diría que imposible, pues evitar las emociones se me antoja algo complicadísimo). Ahora los observo, a los demás, más observantes y más elocuentes; ya no hay disculpa, pues hablar con mascarilla, comunicarse, y no mirar, estaría «mal visto». Ahora descubro más, y los otros, espero que también descubran, a pesar de descubrirse también.
Vamos, que no encuentro hándicap, sino una oportunidad. Y como bien apuntabas, las cejas acompañan una barbaridad, porque la frente las maneja, que es quién se expresa desde dentro inevitablemente también. Fijaos que ya hace mucho que supe que lo verdaderamente identificativo de un rostro eran sus cejas (más únicas que los ojos, los labios, el mentón, los pómulos, las orejas o la nariz). Haced la prueba de tratar de identificar a alguien famoso en dos casos: uno sin los ojos, pero con todo lo demás del rostro; y otro sin las cejas. Os asombraría el resultado.
También estoy contento (entiéndaseme) con la situación en cuanto al tono de nuestras palabras, porque inconscientemente estamos marcándolo más. Junto al tono para ser más nítidos, y la pronunciación y el lenguaje mejorados (se necesita este esfuerzo adicional), la cadencia y la música, dicen muchísimo. «Hoy» creo, que se delata y define todo; ¿a quién no le gusta saber con quién estamos?.
Una ventaja tenemos quienes no seamos miopes.
Un saludo a todos.
Estimado Pierre, me alegro mucho de que te encuentres cómodo en esta extraña realidad que estamos atravesando. Me temo que eres de los pocos, pero siempre es un buen momento para descubrir aspectos antes no tan tenidos en cuenta del lenguaje corporal. Dicen tanto los ojos y es siempre positivo «trabajar» la vocalización (díganselo a Demóstenes). Un gusto encontrar tus comentarios. Merci beaucoup! 🙂