Elena Valor

Siempre he dicho que de todos los países que conozco, México es, con diferencia, el país donde he encontrado a los niños y adolescentes mejor educados. Tanto, que sorprende cómo un pequeñajo de 4 años es capaz de saludar al entrar en una habitación a todos los presentes, despedirse de los acompañantes de sus padres y respetar el turno de palabra sin interrumpir.

 

amistad

En el caso español, y de otros países de Latinoamérica, estamos tan acostumbrados a niños gritones que invaden el espacio, no ya físico, sino sobre todo auditivo, de todo un restaurante, que no dejan hablar a sus padres por teléfono, que protagonizan rabietas en cualquier lugar y situación bajo la sonrisa benevolente y un poco azorada de sus progenitores incapaces de hacer NADA, que no tendría que alarmarnos el comentario (poco afortunado, es cierto) que hizo este verano el responsable de comunicación del ayuntamiento de Orihuela, deseando que se fueran pronto los veraneantes, pero sobre todo los hijos de estos, para poder respirar un poco de paz.

Que nuestros niños y jóvenes están cada día más mal educados no es ninguna novedad. Como padres, hemos peleado porque tengan sus propias ideas, por protegerles de un mundo despiadado, que no les amordacen los “viejos corsés” de comportamiento, al tiempo que no sufran divorcios, ausencias de papá o mamá por el trabajo, sentimientos de baja autoestima,… Total: podemos presumir de haber educado a unos monstruitos dictadores, manipuladores y profundamente molestos para la convivencia de padres, vecinos y maestros.

Recuerdo con nostalgia cuando mis hijos (criados en un colegio mexicano en sus primeros años de escolarización) respondían “¿Mande?” cuando los llamaba y me sonaba totalmente a Doña Rogelia (los españoles sabrán a qué me refiero, y a los de otros países les informo que es un personaje cómico con reminiscencias de la España más profunda y rural). Les decía “Por favor, no digáis ¿Mande? con un ¿Perdón? me vale”. “Pero si en la escuela nos insisten es que es ESO lo que hay que contestar cuando te llaman” respondían ellos hechos un lío.

Traigo aquí los sabios consejos que mi colega mexicana Ileana Chapa Craviotto . Imagóloga por el Colegio de Consultores en Imagen Pública de México, proponía en las páginas de la revista Ser Zen. Merece la pena echarle un ojo e intentar ponerlo en práctica cuando hablamos de protocolo para niños:

1. Cada vez que llegamos a algún lugar o nos retiramos se saluda y se despide.
2. Las palabras mágicas: “gracias”, “por favor”, “de nada”, “perdón”, son algunas de ellas que jamás deberán de pasarse por alto.
3. Si estamos en casa ajena, jamás se deberán de subir los pies ni a las sillas ni a los sillones, obviamente en los coches ajenos es lo mismo.
4. Por supuesto que deberán de traer la nariz limpia y enseñarles el uso del pañuelo desechable.
5. Jamás interrumpir cuando alguien hable, enseñarles que cada quien tiene su momento para
hablar y que si se está atendiendo a otra persona lo mejor es esperar su turno.
6. Jamás se habla con la boca llena, aparte de ser mal gusto, suele ser incómodo, lo mismo sucede al masticar, enseñarles que se come con la boca cerrada.
7. En la mesa jamás se ponen los codos, ni se come con las manos, enseñarles el uso correcto de los cubiertos, y cuándo se usa la cuchara y el tenedor.
8. Mantener la higiene siempre, sobre todo antes de comer, lo importante es que sea por parte de ellos sin que sea una lucha entre padres e hijos ya que será un poco incómodo para los demás comensales.
9. Enseñarles el trato hacia los demás, el respeto es fundamental y si algo no les llegara a parecer, escucharlos y explicarles la razón de por qué deben de comportarse de cierta manera.

Lo dicho, hagamos que nuestros niños sean hombres y mujeres que, tanto ahora como en el futuro, tengan en cuenta el respeto y la cortesía, y aprendamos de otros países que lo están haciendo en este tema más que bien.

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¡Nos vemos en las aulas!