Ya hemos llegado a final de año casi sin enterarnos. De niños nunca llegaba el cumpleaños y como vamos creciendo el tiempo vuela. Este ha sido un año que ha pasado veloz y de formación intensa.

Ante de que pasemos el calendario a otro año de número bonito, me gustaría hablarte de los cursos que he cerrado estos meses y que me han aportado mucho. Desde secretarias de dirección con toda la experiencia del mundo, a funcionarios de atención al ciudadanos del Ministerio de Justicia que aman su profesión, valientes bomberos, empleados del ayuntamiento de Alcalá de Henares aprendiendo a controlar el estrés o trabajar en equipo, integrantes del call center del Canal de Isabel II en Cobros entregados como pocos… todos me han enseñado a ser mejor.

Y el hilo conductor que me ha unido a cada uno de ellos ha sido, como no, la comunicación: Aprender a escuchar, hacernos entender y ayudar al otro. Algo que me fascina de los funcionarios es su vocación de servicio. Sonará manido pero es raro no encontrar esta vocación entre los servidores públicos. Lo tienen asumido a pesar de recortes presupuestarios, vacantes que no se cubren y una cada vez mayor carga de trabajo. Pues a pesar de todo ahí están intentando hacer mejor su trabajo formándose.

Formación y acompañamiento

Me gusta lo que hago: Ayudar a otros a descubrir lo que descubrí yo: Como el protocolo es una poderosa herramienta de comunicación, la importancia de las habilidades sociales para lograr un mundo más armonioso, la íntima relación ente encontrarte bien y que te vaya bien en la vida,… Al final, conseguir ser lo más feliz posible, Pau Navarro nos deja un interesante artículo en su blog sobre esto ¿Cómo ser feliz?

La formación tiene mucho de generosidad. La magia de intercambiar ideas, experiencias, regalar aprendizajes para que los hagan suyos los demás. Y eso no lo protagoniza el formador, es algo que se da entre todos, o casi todos, los miembros del aula.

Acompañante antes que sabio

El formador intenta poner orden en ese torrente de ideas y dirigir el tráfico. Pero su labor es fundamentalmente de acompañante en el camino y sembrador de inquietudes. Quien finalice un curso y lo de por finiquitado está lejos de tener una actitud de aprendizaje. Cada clase, debate, ejercicio, debe servirnos de aliciente para saber más.

En el caso de los cursos online es menos evidente, el tutor orienta, soluciona dudas, marca los tiempos pero el acompañamiento no se nota tanto (Ay, la soledad del estudiante a distancia… algo que deberá solucionar más pronto que tarde la formación).

Tanto en el online como en el presencial lo que marca el éxito o el fracaso es la actitud del alumno, su compromiso de aprender, de ir «un poco más allá», no vale con cubrir el expediente si queremos Aprender (con mayúscula).

En las tareas que he corregido (y han sido unas cuantas) he puesto algún que otro 10 porque he encontrado trabajos de gran calidad, que no se han limitado a salir del paso sino han profundizado en el tema. La búsqueda de la excelencia es algo que nos encanta a a los formadores y para ello hay que tener un cerebro despierto. Merece una reflexión, la que hace Martín Reynoso en una de las charlas de TED hablándonos de que un cerebro atento es un cerebro feliz.

Al final es poner nuestro esfuerzo para no dejar de avanzar y encontrarnos a gusto con nosotros mismos. Y si el camino lo hacemos acompañados, mejor que mejor. En el caso de que quieras hacerlo conmigo ¡qué alegría!, te dejo algunas ideas ¿Que puedo hacer por ti?

¿Que profesores te encantaron? ¿Cual ha sido la mejor formación a la que has asistido? ¿Por que te dejo huella? Cuéntanoslo, me interesa mucho y quiero seguir creciendo como formadora-acompañante.

Muchísimas gracias y aprovecho para desearte unas lindas Navidades, mucho amor y mucha paz. Espero verte de nuevo por aquí.