¿Qué nos lleva a coleccionar cosas? ¿Por qué ansiamos rodearnos de objetos, prendas, piezas determinadas que no necesitamos pero adoramos verlas y saber que nos pertenecen? Luis Astolfi, con su prosa delicada, trae hoy uno de sus cuentos que nos harán reflexionar y sonreír. Que lo disfrutes, merece la pena leerlo hasta el final.

MARIPOSAS

Hace muchos años, debía de tener yo unos 8 ó 10, empecé a coleccionar mariposas.

No eran mariposas de verdad, por supuesto. Eran unos cromos adhesivos que salían en los bollos Panrico. Como en aquella época yo no tomaba bollería industrial (ni tampoco se llamaban así, eran solamente “bollos”) era mi padre el que se tomaba uno con el café, para desayunar, en su trabajo, para conseguirme la mariposa. Cada sábado traía a casa las capturas de la semana, y juntos las pegábamos en un álbum.

Llegó el momento en que sólo nos faltaba una para completar la colección (curiosa colección la de los cromos en un álbum, que a diferencia de las demás sí que tiene un final). Por más bollos que se tomaba mi padre con el café para desayunar, no le salía la dichosa mariposa, así que como Panrico ofrecía cambiar mariposas repetidas por otras, mi padre les escribió, enviando las que fueran necesarias que teníamos repetidas, y pidió la que nos faltaba.

Días después llegó la carta. Dentro, la mariposa (una enorme, aún lo recuerdo, marrón y con coloridos círculos en las alas, como ojos). La pegamos en el álbum y yo, feliz por mi colección completa, le di las gracias.

Y entonces mi padre, más feliz aún que yo, exclamó:

-¡Menos mal que la hemos acabado, porque a mí lo que me gusta para desayunar son las porras!

 

NECESIDADES

Se me ocurren unas cuantas preguntas que me gustaría que el lector se respondiera a sí mismo:

¿Cuántos pares de zapatos necesitamos? ¿Cuántas chaquetas? ¿Cuántos trajes, camisas, corbatas, calcetines? ¿Cuántas prendas de vestir de cada clase, diferentes, nos hacen falta?

colección de ropa

No hace mucho oí decir a alguien en la radio que con tener un par de prendas de cada clase (en plan quita y pon) es suficiente, porque no se necesita tener más. Podríamos ser más estrictos aún y afirmar que lo que necesitamos de verdad es una sola prenda de cada tipo.

¿Estás de acuerdo?

Seguramente no. Necesitamos más trajes de los que necesitamos, porque nos gustan los trajes y nos hace sentir bien llevar cada día uno diferente. Y más zapatos. Y más camisas. Y muchos más relojes. Y cada cual necesitará las cosas que su situación en la vida le requiera y le permita, es decir, las que cada uno quiera (necesite) y se pueda costear. El concepto de necesidad es por tanto engañoso, porque depende enteramente de cada persona y sus circunstancias.

El ser humano necesita muy pocas cosas, sin las cuales no podría sobrevivir: respiración, alimentación, sueño. Incluso podríamos añadir “cobijo” (o abrigo), aunque esto sea algo no metabólico. Y nada más. Las demás necesidades, según las consideramos, no son tales. Son, la mayoría, “deseos”. Incluso con respecto a esas tres necesidades reales, podríamos matizar. ¿Cuánta comida necesitamos cada día? Pues depende. Depende de cómo sea la persona, de su metabolismo, de su peso o tamaño; depende por completo del gasto energético que su rutina diaria provoque. Depende también del lugar del mundo donde viva. Depende de aquello a lo que esté acostumbrado…

Es decir, que la necesidad es relativa. En el caso de mis preguntas iniciales, la necesidad de trajes no será la misma para un presentador de televisión, para el responsable de relaciones institucionales de una empresa, para el director de marketing, para un comercial o para un oficinista que no vea más que a su compañero de despacho cada día.

Pero hay todavía otro tipo de necesidad que no es tan obvia, y que sin embargo también existe y sufrimos los prósperos habitantes de este mundo y época en que habitamos.

coleccionar sabores

¿Nos basta para sobrevivir una ración de pan y agua diaria, o necesitamos algo más? No digo “queremos” algo más, sino “necesitamos”. ¿Necesitamos comer carne? ¿Cuánta? ¿Por qué? ¿Qué tipo de carne? ¿Un filete, un entrecot, un chuletón? ¿Lo necesitamos, o lo queremos?

Yo no estoy seguro de la respuesta, porque cuando la necesidad básica ya está satisfecha, lo que nos queda es satisfacer la necesidad de placer, y eso es lo que marca la diferencia: en el sitio afortunado de este lugar del mundo afortunado en el que vivimos, tenemos necesidad de placer.

COLECCIONISTAS

El coleccionismo es un claro ejemplo de acumular cosas que no necesitamos, por el mero hecho de tenerlas.

¿Cuántos sellos de correos colocados en un álbum “desea” un coleccionista de sellos? Pues tantos como sea capaz de conseguir. No existe un límite claro, porque coleccionar es algo que, casi siempre, no tiene fin. Coleccionar sellos proporciona placer al coleccionista, y por eso, además de desearlos, los necesita: el placer de conseguir “un sello más”, buscar, localizar, añadir uno más a su colección. Algo simple que puede ocuparle toda la vida. Y luego está el placer de contemplarlos, una vez conseguidos y agrupados junto a sus compañeros.

coleccionar sellos

Y todo esto, ¿para qué? ¿Qué se puede hacer con una colección de sellos aparte de construirla, contemplarla y, llegado el momento, venderla? ¿No sería más práctico dedicarnos a coleccionar cosas que sean prácticas, cosas que sirvan para algo más que para mirarlas y que nos puedan ser útiles de alguna manera?

Además de las mariposas de mi padre, durante muchos años coleccioné búhos. Tengo decenas de ellos. Hace ya mucho que no añado nuevos búhos a la colección, ni me ocupo de ella, pero ahí la tengo, cogiendo polvo y ocupando espacio en las estanterías, aportándome solamente recuerdos de cuándo los fui comprando a lo largo de mis viajes por el mundo. 

Luis Astolfi escritor

Luis Astolfi

Recuerdos que no necesito estimular, porque ya son indelebles, como los de las mariposas.

La forma de ver la vida cambia con los años, y hoy en día prefiero coleccionar cosas que pueda utilizar. Así, satisfago mi instinto natural de coleccionista a la vez que incremento el placer de hacerlo usando cada día las cosas funcionales que colecciono y que, desde un punto de vista u otro, también necesito.

Como por ejemplo zapatos, trajes, corbatas o relojes.